Estos últimos meses he estado
bastante alejado de todos estos temas virtuales tanto en  este mismo blog sobre libros, Rincón Osado
sobre cine o el desparecido canal de YouTube. La aniquilación  del canal fue un duro golpe luego de muchos
años de trabajo y cerca de tres mil suscriptores. Todos ellos  metaleros amantes de las buenas novelas, el
cine y las mejores series de televisión.  Pero el bichito de seguir haciendo cosas por aquí
sigue presente,  no todos los días como
antes pero si de vez en cuando. En este caso hablando de unas de mis pasiones,
los juegos de rol. 
Todo empezó por el año 1998 tenía
unos 17 años. En esa época teníamos un diario estudiantil que se vendía por todas
las secundarias (liceos les llamamos aquí) del departamento (estado) en donde
vivo. Todo manejado por estudiantes, sin apoyo formar de ningún docente o
padre. Un proyecto hermoso de jóvenes para jóvenes llamado Mokotroki. 
Allí yo analizaba videojuegos  con dos amigos, además de  escribir algunos cuentos y encargarme de la sección
de la NBA (el futbol lo había elegido otro compañero antes que yo). Estamos
hablando una época anterior a Internet masivo en Uruguay  (si muchachos por increíble que parezca no
nacimos todos conectados al ciberespacio) por lo tanto no era tan fácil como
ahora. Uno de estos dos amigos que escribía en la sección de videojuegos  lo hacía bajo el seudónimo de Rol Masters.
Pero no porque conociese los juegos de rol de dados y papel sino por los Final Fantasy VII o Xenogears de aquella época. Pero un “grupo casi sectario”  de jugadores de rol de verdad al ver el seudónimo
pensaron que dicho columnista pertenecía a su misma religión secreta contactándose
con él. Allí Rol Marster conoció el verdadero  rol por primera vez y luego extasiado nos contó
su extraordinaria experiencia. Repito en esa época pre internet no teníamos acceso
a Google y ni hablemos de Wikipedia por lo tanto nuestra única referencia era
un episodio de El Laboratorio de Dexter. 
Esto habrá sucedido por julio más
o menos, en diciembre el segundo miembro columnista de videojuegos fue a
Montevideo y se trajo el primer libro de rol que tuvimos contacto; ni más ni
menos que Runquest. Pero dicha persona se mostró  muy vaga para leerse el libro entonces yo se
lo pedí prestado, sin tener idea de lo que era una aventura de rol más allá de a
ver visto un táctico o dos,  a los tres días
ya estaba dirigiendo mi primera aventura.  Desde esa primera vez  cargada de errores,  unas cuantas risas, miles de horas de lecturas  y algunas lágrimas perdidas 
han pasado más de 18 años, he dirigido más sistemas de los que recuerdo y han
pasado muchísimos jugadores por mi mesa. Siempre vi al  rol como algo para compartir y no como arte
exclusivo para unos pocos elegidos. Es maravilloso ver hoy en día adolescentes
actuales emocionados como nosotros en aquel tiempo compartiendo con decenas de
otras personas con la misma afición en jornadas masivas. Contándose entre si  estas historias escritas en el lienzo del  aire bajo  la pluma de esas micro-comunidades de gente
amiga llamados grupos de rol. Como dice  cierto bestseller “En el
principio era el Verbo, y el Verbo  era
Dios…”.
¿Qué ha cambiado en estos
dieciocho años?   Mucho. Tanto en lo positivo como en lo que no
lo es tanto. Ahora podemos comprar (o piratear) cualquier sistema en formato
PDF tanto en inglés como en español. Permitiendo tener cientos de libros en la
palma de la mano. Siempre recordare andar con un  mínimo de tres libros pesados sobre mis
espaldas de D&D.  Además actualmente
podemos  tener acceso a cientos de
consejeros experimentados dispuestos a ayudar a los neófitos  a una tecla de distancia.  
Aunque no todo fue positivo. También
esos mismos teléfonos inteligentes trajeron las redes sociales directamente a
las mesas  de rol ayudando poco a
mantener la concentración durante las partidas. Además en  el siglo XXI todo es más rápido sin darnos
demasiado tiempo para degustar tranquilos un sistema o una campaña. Porque
siempre hay algo nuevo para probar, todo brilla más pero se apaga antes también.
No quiero seguir aburriéndolos con todo esto, pero seguramente seguiré
profundizando en todas estas cuestiones. Solo diré que en este tiempo mis partidas
cambiaron,  mis jugadores han cambiado,
mi vida ha cambiado  y yo he cambiado también.
Pero el rol aún sigue siendo fundamental  para mí.
