Cuando ingrese a la gran sala el joven Agustín Ámanas se mostraba bastante nervioso y reservado. Según parecía el calor era insoportable para todos los presentes allí. Pero desde hacia bastante tiempo para mi eso no importaba, era insensible a los cambios climáticos, en realidad era incapaz de sentir absolutamente nada. Desde ese maldito día de verano, en donde los rufianes se habían vuelto héroes y el fuego había calentado la carne. El día que mi vida se había convertido en un desastre. Esa frase era como una letanía, que repetía para descargar mi rabia, pero ya no estaba sirviendo para nada. Era difícil seguir con la farsa y ocultar a los ojos de los demás lo que me está pasando. Ya era suficiente denigrante ser un bastardo, para atribuirme otra nefasta condición estrafalaria. Ya no sentía calor, ni frío y no necesitaba dormir en absoluto, ni por un segundo en un largo día de trabajo. Pero lo peor de todo era la comida. Un hombre en la guardia de la noche o siendo un Septón podía vivir sin mujeres. ¿Pero sin comer? ni el vino más fiero conseguía despertar el menor atisbo de mis sentidos, ni los pasteles de limón más dulces de Braavos. A quien pretendía engañar, sí me importan las mujeres. Maldito día de verano, ya no me atraían como antes. No es que haya cambiado mis gustos, eso no. Si no que ahora ya no era capaz de sentir absolutamente nada por ninguna.
Agustín Ámanas me estaba poniendo nervioso, se retorcía las manos y caminaba de un lado al otro de la habitación como si fuera un fiera enjaulada. Sus grandes ojos violetas parecían cansados y envejecidos. Estos últimos cinco años no habían sido nada fáciles para el mas pequeño de los Ámanas. Su familia había sido destruida por su culpa y su nombre había sido mil veces maldito por nobles y ciervos por igual.
La culpa era de aquel maldito día de verano, en donde los rufianes se habían vuelto héroes y el fuego había calentado la carne. El día que mi vida se había convertido en un desastre. Si hubiese tomado otras decisiones, no habría pasado todo lo que pasó. Una dinastía que se remontaba a los mismos orígenes de Valyria había desaparecido y junto con ella el pobre Garen, lo más probable que ya estuviera muerto en el muro. Rumores de caminantes blancos en el norte de Poniente llegaban hasta el mismo Braavos. Ése era mi lugar, después de todo, la única forma de alcanzar la gloria para un bastardo era en el muro.
Pensándolo bien, la culpa no era ni de Agustín, ni mía, la culpa de todo la tenía ese maldito enmascarado. Todo se había ido a los siete infiernos, el torneo, la familia y "Roca Ceniza". El bufón había convencido al joven Ámanas para que no se presentara en el juicio en donde recaían esas mezquinas acusaciones. Quizás no tan equivocadas, pero sí viles y traicioneras. Pero con la lengua de oro del joven y algunas dragones de oro de por medio todo habría salido bien. Pero no sé con que tipo de artimaña, hizo que Agustín huyera, y lo peor de todo, eso provocó que yo lo siguiera como un perro faldero, para culminar con una puñalada en el estómago de este mismo bufón enmascarado. Ese maldito día de verano, en donde los rufianes se habían vuelto héroes y el fuego había calentado la carne. El día que mi vida se había convertido en un desastre. Nunca he sido demasiado creyente en los dioses, ni en los del septo ni de las miles de deidades de Braavos. Pero siempre respeté las costumbres del norte y a los viejos dioses que habitaban en los árboles corazón desde el principio de los tiempos. Pero cuando me apuñalaron sentí que era el fin de mi vida, sin grandes revelaciones, ni luces blancas, ni ningún dios alado llevándose mi pobre alma hacia un idílico cielo. Pero ahora estoy aquí tranquilamente, una parodia de hombre, haciendo como si tomara un jugo de limón junto a Agustín, Almagro y Abdul. Aquí en la Bahía de los Esclavos, haciendo el trabajo sucio del maldito que me había apuñalado.
Desde que habíamos llegado a estas extrañas tierras, tanto Abdul como Almagro se habían sentido totalmente a gusto y fueron nuestros intérpretes en la lengua de estas extrañas tierras. Ambos provenían de las Islas de Verano, su piel de ébano los delataba y les brindaba mayor capacidad de negociación que a nosotros, unos pobres refugiados de Poniente. Ellos lograron grandes favores de parte de los marineros provenientes de estas extrañas tierras. Quien iba a creer que Abdul era un especie de noble entre los suyos y que la gente temiera a Almagro como si fuese la encarnación del propio Desconocido. En Poniente siempre se habían mostrado callados y reservados, pero aquí eran respetados y obedecidos. Mientras que irónicamente al joven Agustín y a mí nos trataban como a niños salvajes e ignorantes.
El joven Ámanas estaba realmente preocupado, teníamos que asistir ante la presencia de la misma Daenerys Targaryen. Quien iba a creer que aún quedaba un Targaryen con vida y con tres dragones a cuestas. Se decía que era la mujer más hermosa del mundo, y que no existía hombre capaz de satisfacerla en la cama, por eso fornicaba con sus propios dragones para alcanzar el placer de la carne.
Los dos guerreros de las Islas de Verano vigilaban la entrada de la sala, mientras Agustín trataba de afinar su arpa, no era su instrumento favorito. Pero de igual modo el joven Ámanas se las apañaba perfectamente para crear los más sublimes acordes con sus delicados dedos, más adiestrados para las mujeres que para las armas.
_ ¿Qué pasa Arthur no tienes hambre?
_ Comí algo antes de llegar, no tengo hambre - "Nunca la tengo desde hace cinco años" - Tú mejor será que te preocupes de lo que vas a decirle a esa mujer, que de mi alimentación. Nos jugamos mucho en esto y tú lo sabes mejor que nadie.
Cuando Agustín estaba a punto de responder una sarta de improperios, la cara de Abdul asomó desde las sombras.
_ Es momento joven, la Khaleesi lo está esperando.
Agustín apuró la copa de vino que tenía a su lado, respiró profundamente, se acomodó la ropa y se dirigió hacia la sala de audiencia apresurado. "Cuanto me hubiera gustado también haberme emborrachado con vino antes de ver a esa mujer".
El sol brillaba con fuerza e ingresaba por las cuatro gigantescas ventanas. De forma tal que la luz besaba a la joven reina por los cuatro puntos cardinales, dándole un aureola de majestuosa divinidad.
El trono era alto, pero no demasiado ostentoso. Decenas de personas con todo tipo de atuendos estaban repartidos por toda la sala, rodeados por Inmaculados, guerreros eunucos que no sentían dolor, "¿En eso me han convertido, en un eunuco que no siente nada, un hombre que ya no es hombre?".
Pero si algo llamaba la atención en aquella sala era la mujer que se encontraba en dicho trono. Nunca en mi vida había visto belleza tan majestuosa. Si bien la reina Cersei era realmente hermosa, comparada con esta "Khaleesi", era una mujer casi vulgar. Su cabello era tan blanco como la esencia de la pureza, y sus ojos violetas e inteligentes denotaban una gigantesca autoridad. Pero su ropa era realmente reveladora, llevaba un ajustado vestido blanco repleto de perlas, bordado en oro y plata, con su pecho derecho al descubierto. A su espalda un gigantesco hombre de largos cabellos nos observaba con poco disimulada hostilidad.
_ Ante ustedes Daenerys Targaryen de la Tormenta, Reina de los Siete Reinos de Poniente y Meereen, la que no Arde, Mysha de los desprotegidos, Rompedora de Cadenas y Madre de Dragones.
_ Bienvenidos Ámanas, a mi palacio.- Dijo la joven reina con una voz tan profunda que se escuchó a través de toda la sala, como si fuese la voz de un dios de tiempos antiguos.
"No mires su pecho, te meterás en problemas. Es una reina y nos jugamos mucho"
_ Es todo un placer mi señora. Mi nombre es Agustín Ámanas señor de la casa Ámanas y de toda “Roca Ceniza”.
_ Por lo que me han contado ese título lo ostentaba otro, un caballero que desposó a tu madre, luego de que abandonaras tu casa a su suerte al escapar de un juicio donde se te acusaba por múltiples asesinatos.
"Maldición las cosas están saliendo mal, sabe más de lo que debería y tu maldito bastardo no dejas de mirar su rozado pezón, se dará cuenta es una reina y tu un simple bastardo del norte. Pero rayos, que lindo es, me pregunto a que sabrá."
Agustín, tocó una cuerda de su pequeña arpa, como para recordar una nota esquiva, ya olvidada desde el lejano tiempo del exilio, buscando de ese modo ganar algo de tiempo ante la próxima jugada.
_ Fueron todas patrañas de mis enemigos. Compartimos ancestros comunes, mi familia ha servido a la suya desde antes que Aegon el Conquistador llegara hasta Poniente. Tu causa siempre ha sido la mía y por eso me postro ante sus pies como un humilde servidor.
"Maldición creo que se ha dado cuento donde la estoy mirando, Arthur eres un insensible bastante estúpido"
_ Las acusaciones son graves en tu contra y yo poco puedo hacer desde aquí para ayudarte a recuperar tu casa.
_ Lo sé mi señora, pero he venido desde lejos para ofrecerle un camino para recuperar el trono que por derecho le corresponde.
"Algo aquí huele mal, no entiendo que es, pero apesta y no es precisamente lo que se me ocurre hacerle a esa reina en una cama, ¿qué me está pasando dioses?".
_ ¿Ah sí? ¿Cómo piensas devolverme el trono?. Sé que soy una niña ingenua y poco sé sobre el mundo, pero no creo que una canción provoque que el usurpador devuelva el trono de hierro que por derecho me corresponde.
_ Tengo un plan mi reina, y no es precisamente digno de una canción que deba ser escuchada por todo este público._ dijo Agustín mientras hacía un ademán más digno de su hermano mayor, que propio.
"Ese apestoso olor viene de algún lado cerca de la reina”.
_ Tiene amigos en Poniente, amigos poderosos. Nos hacemos llamar "la Mano Negra". Hemos luchado por usted todo este tiempo desde las sombras, esperando su regreso. Solo si nos prestara uno de sus dragon...- Lo interrumpió Daenerys.
_¿Crees que una madre dejaría un hijo al abandono y lo mandaría lejos por unos ojos bonitos y unos acordes de arpa de un joven de tierras lejanas?.- Dijo con enojo la joven reina.
“Maldición, son esas manzanas. Están realmente apestando”
Daenerys observaba con interés al joven noble y llevó distraídamente su mano hacia la cesta de frutas que se encontraba a su lado.
_ Mi señora no coma eso, tiene mal olor. “Maldición ahora sí que me he metido en un lío, toda la maldita corte me está mirando”.
_ Disculpe a mi espada, no ha comido nada y hace mucho calor aquí.
“Que me lleve el Desconocido, no puedo retractarme”
_ Mi reina, hágame caso se lo ruego, no coma esa manzana, huele muy mal.
_ No digas estupideces, bastardo. No tiene nada esta manzana. - Dijo el musculoso hombre de largos cabellos que se encontraba junto a Daenerys. Para enfatizar sus palabras mordió un gran trozo de la fruta.
Agustín me fulminó con la mirada, pero yo solo sentía el calor de esa mujer, mi miembro estaba tieso como no lo había estado los últimos cinco años. Cuando de improvisto el gigante barbado cayó fulminado al suelo tomándose la garganta con ambas manos en un mar de gritos de dolor.
Todo sucedió rápidamente y poco recuerdo de lo que paso. Los Inmaculados corrían de un lado al otro de la sala, en búsqueda de un invisible enemigo. Mientras que a nosotros se nos llevó a los empujones a nuestros habitaciones. Todo había sido demasiado caótico, todo estaba sucediendo demasiado torcido y yo nuevamente ya no podía sentir nada.
Pasaron un par de horas. Parecía que toda la sangre y sufrimientos que habíamos vivido poco había servido y yo volvía a no sentir nada nuevamente. Hasta que de imprevisto, sentí un gran calor acercándose a mí. Una figura con una larga capa se había introducido en nuestra habitación. Al descubrir su rostro, ambos quedamos perplejos. La misma reina dragón había llegado con nosotros como una luz segadora de belleza dentro de tantas tinieblas.
_ Has sido útil, Arthur Nieve. Quizás sea prudente escuchar lo que tengan que decir. Quizás ustedes tengan la llave para recuperar el trono que me corresponde por derecho.
_ Claro que la tenemos mi reina.- Dijo Agustín - Justamente es una llave perdida hace mucho la que ofrezco a sus pie. Para de ese modo entregarle los Siete Reinos en bandeja de plata por un simple favor a cambio, nada importante, solo un pequeño favor. - Sentencio Agustín con una enigmática sonrisa reflejada en sus astutos y misteriosos ojos.
Sí, bueno, se entiende que todo se fue al caño en ''un maldito día de verano...'' porque lo repites tantas veces que le quitas impacto —si es que eso es lo que pretendes con la frase mal redactada que aparece más de tres veces en el relato—.
ResponderEliminarAparte de eso, está plagado de faltas ortográficas y gramaticales. Saltas de un tema a otro muy fácilmente, evadiendo una transición armoniosa de una escena a otra. A veces fue difícil realmente entender a qué te referías por lo antes mencionado (los errores y la falta de estructura) y leerlo duele, literalmente. Las letras son muy grandes.
Deberías revisar estrictamente tus creaciones antes de publicarlas.
Que mina mas enferma compraté una vida.
EliminarLastima que hayas tenido que sufrir un momento tan desagradable. Lo bueno que tiene Internet es que tienes un numero casi infinito de posibilidad para evitar padecer leer una aberración de tan bíblicas proporciones. Pero cada uno pierde su tiempo de la forma que quiere. Con respecto a las faltas, sufro dislexia, se que no es escusa, pero es mi realidad. Con respecto a la frase repetitiva, busque emular lo que hace el propio Martin. Dado que el mismo escritor repetir ciertas frases un centenar veces durante sus libros. Ejemplo: “Ha estado follando con Lancel y con Osmund Kettleblack y, por lo que yo sé, puede que se tire hasta al Chico Luna”. Tomando tu concejo he corregido el cuento, pero es mas que probable que aun no sea de tu mínimo agrado. Vuelvo a pedir disculpas "por el mal momento" y agradezco tu comentario tan revelador.
ResponderEliminarLa verdad me encanto. Sigue así, queremos mas cuentos.
ResponderEliminarno dejes que los malos comentarios de desanimen!
ResponderEliminarSigue escribiendo, me ha gustado tu esfuerzo por emular a GRR Martin! un saludo
http://atravesdemidiario.blogspot.com
Muchas gracias. Al menos me divertí haciéndolo.
Eliminarmuy entretenido!! saludos!
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